Certificado de defunción política de Hugo Moyano


Habría que ser muy necio para no darse cuenta que el mensaje de hoy de la Presidente Cristina Fernández venía recargado. La brecha entre el socio obligado, Hugo Moyano y la cabeza del Gobierno nacional se abre según pasan las horas; la caída del dirigente camionero en la relación con la Presidente toma cada día más velocidad.

En el mensaje subliminal, Cristina Fernández dice “no queremos extorsiones”, que pasado en limpio quiere decir que Moyano tiene que levantar el pie del acelerador. Apretador, malevo y prepotente, se ganó un espacio considerable en el espectro político más inmediato a Néstor Kirchner de quien fue un instrumento funcional para un tiempo que ya no existe, como el mismo Néstor, de cuya desaparición física lo acusan de ser el causante emocional.

Este siniestro personaje, calzado con las características propias de los patoteros barriales pretende enlodar la política utilizando los mismos métodos que le permitieron dejar tantas cabezas de compañeros en el camino para llegar. Porque nadie se llame a engaño, Moyano no está en el lugar que ocupa por ser un luchador sino un verdadero energúmeno dispuesto a ir al choque antes que al diálogo.


Aquí es donde la estrategia del apriete y la amenaza se le descalabra a Moyano, cuando las bases le comienzan a dar un fuerte apoyo popular a los dirigentes políticos frente a los mercaderes de la bravuconería.

Fue precisamente Juan Manuel Urtubey el primero que rompió lanzas con Moyano cuando sin cortapisas lo tildó de “Piantavotos”, palabra que representaba la distancia entre los dos aspirantes a ocupar un despacho en la Rosada. Luego de las palabras de hoy se confirman las versiones “off the record” que afirmaban la aprobación de la Presidente a las palabras de Urtubey cuando llamó a Moyano “piantavotos”; y le dibujó una sonrisa que aprobaba que por fin alguien públicamente era capaz de ubicar al camionero en su lugar. A confirmar públicamente esa postura que ya había puertas adentro vino su ausencia al acto de los trabajadores.

Con la emoción en la voz, Cristina entonó el sentido peronista de las palabras cuando se dirigió a los empresarios exigiendo mejores condiciones laborales, pero dejando entrever también de que esas discusiones se harán entre el poder y las cúpulas empresarias dejando a los sindicatos en el lugar que naturalmente les corresponden, las paritarias.

Cierto es que el poder de un Moyano tiene como base la construcción que los “K” le hicieron cuando les fue útil, pero ahora le están diciendo claramente que por más que intente apretar con la idea de la paz en las calles, en el Gobierno, y la Presidente en particular, ya le está diciendo a Moyano que ella ejerce el poder, que es suyo y que no está dispuesta a compartir ni un gramo con él.
Por el contrario, las palabras de Cristina Fernández dejan entrever que Moyano ya no es el “factótum” que él piensa ser en la construcción del poder en el nuevo modelo de Argentina que se está fundando. El que viene debe ser el país de todos, pero hecho con “responsabilidad y madurez”, expresión que deja fuera del juego al maniqueísmo indolente de Moyano. Los tiempos del sindicalismo de corporación, evidentemente están terminados.

Si al país no lo puede hacer una Presidente sola, tampoco será resultado de un grupo de “pesados”, en todo caso, ese tiempo ya pertenece al pasado, a una vieja forma de hacerse y de ejercitar el poder.

El último discurso de Cristina esconde en cierta forma hasta un velado renunciamiento, un agotamiento físico y moral, donde la cordura de que el poder es dinámico y debe transmitirse para continuar y que se dibuja en ese rictus verbal cuando denuncia estar “cansada de hipocresías”.

Los verdaderos peronistas deben haber sentido un escalofrío al escucharla hablar de sus hijos, de la familia: "No muero por ser nuevamente Presidenta. Ya di todo", junto a ese “humilde mujer” que rememoraba la angustiada expresión de Eva Duarte diciéndole a sus “descamisados” que no sería Vicepresidente de Perón. Los tiempos son distintos, las personas también pero los sentimientos se parecen mucho.

El renunciamiento velado y el esa suerte de testamento legando un país renovado son también un disparo a la frente de Moyano, uno de los que utilizó el “poder para torcer voluntades para que sea desprestigiado el modelo". Más lapidario todavía fue que "no van a contar conmigo".

En suma, el discurso de esta mañana no fueron más palabras pronunciadas para rubricar un acto protocolar. Ha sido el discurso de mayor contenido político de los últimos tiempos, una vara de Moisés que abrió las aguas dejando el espacio listo para que caminen los que quieren el país del cambio.

A los otros, los dejó atrás, para que cuando intenten avanzar, las aguas vuelvan a cerrarse y se los traguen.
Sí, hoy tal vez Cristina Fernández ha firmado el certificado de defunción política de Hugo Moyano. Un gesto que la nueva Argentina le estaba reclamando.-

Por José de Alzaga

 
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