Sus números son astronómicos, mire donde mire. Su población, su geografía, su PBI o sus exportaciones, cualquier variable se habla en millones. Y si quiere buscar un dato negativo, cerrar 2 mil fábricas por consumo excesivo de energía parece una locura para el resto de naciones.
Sin embargo, China lo hizo. Y lo seguirá haciendo, ya que nada hace prever (al menos hasta el 2020) que su economía vaya a tropezarse siquiera con crisis como la del año pasado.
Creció a pasos agigantados, casi al 10% anual en el 2009, mientras el resto del mundo sufría la debacle monetaria más grave desde la década del 30. De esta manera aprovechó la recesión japonesa y se convirtió en la 2º economía más importante del mundo.
Su ascenso ha logrado no sólo cambiar las relaciones con el mundo, sino que ahora su poder económico influye enormemente en el sistema comercial y financiero. Pasó con la cancelación de las compras de aceite de soja argentino debido al desaire de Cristina Fernández, y puede hacer tambalear las arcas de los Estados Unidos si desecha los bonos del tesoro que tiene en su poder.
Y como si fuera poco, si alguna vez creyó que el automovilismo era un sinónimo alemán, ahora deberá pensar también en los asiáticos, ya que se han convertido en los mayores productores y consumidores de vehículos con más de 13 millones de piezas. Para construirlos utilizan más de la mitad del hierro y carbón del planeta, éste último espina dorsal del sistema energético chino, y también del recalentamiento global.
"Antes de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa"
La frase es de un proverbio chino muy conocido, y que puede resumir lo que ha vivido este país en los últimos 30 años.
La República comunista persistía con una economía cerrada y con matices de la Unión Soviética, tal como proponía el fallecido líder Mao Tse-Tung. Pero fue su reemplazante Deng Xiaoping quien emprendió la liberalización de la economía desde 1978 y realizó una 2º Revolución.
Posibilitó que los campesinos empezaran a tener más libertad para administrar sus tierras, logró que el Reino Unido le devuelva Hong Kong y que Estados Unidos lo reconozca diplomáticamente, lo que le valió inversiones de empresas como Boeing y Coca-Cola.
No obstante, su hoja quedó manchada con un estilo autoritario, expuesto en la masacre de Tiananmen donde el ejército asesinó a cientos de estudiantes que realizaban una protesta.
Tras su muerte en 1997, producto del Mal de Parkinson, Deng fue sucedido por Jian Zemin y Hu Jintao (actual presidente), quienes han acelerado las transformaciones que colocaron a China como 2º economía del mundo.
Hace 10 años, el gigante asiático era la 7º potencia, pero creció un 260% y sobrepasó a Canadá, Francia, Reino Unido, Alemania y, recientemente, Japón.
Sus negocios con África y América Latina fueron el pilar del crecimiento, aprovechando el olvido de las naciones más desarrolladas. De hecho, pasó de recibir a prestar ayuda a varios países emergentes.
Además, y como para confirmar su apertura, China consiguió que el Parlamento de Taiwán ratificara un histórico tratado de libre comercio, que prevé derechos aduaneros preferentes para 539 productos taiwaneses y otros 267 productos chinos.
Esta noticia, que no pasa desapercibida para ningún medio de Beijing, es aún más importante que el ascenso al 2º escalafón de la economía mundial, ya que el gobierno de China considera a Taiwán una provincia en rebeldía, separada en 1949 y que reclama ser un Estado independiente.
¿Plantará bandera?
Dado que su evolución no tiene límites, y menos si mira hacia el cielo, China planea lanzar en el año 2013 la nave Chang'e, su tercer módulo espacial y el primero que se posará en la superficie de la Luna. El alunizaje será controlado sin tripulación y liberará un vehículo que recorrerá la superficie del satélite.
Pero así como su ambición tiene fines astronómicos, habrá que ver si utiliza esa investigación para mejorar la calida de vida de su gente, como hizo las misiones Apollo con el Teflón, el marcapasos o el rayo láser. Para muchos, la bandera estadounidense en la Luna sirvió como un poder geopolítico para demostrar hasta dónde podían llegar.
Hubo muchos cambios, pero todavía queda mucho por hacer: mejorar su sistema energético para eliminar los gases de efecto invernadero (que lo colocan como el más contaminante), sacar de la pobreza a millones de campesinos, remodelar las grandes capitales como Shanghai –que recibirá en los próximos años a millones de nuevos graduados universitarios- y sacarse el mote de uno de los países más desiguales del mundo.
Para el 2020 se cree que podría superar a EEUU como 1º potencia mundial, pero no será nada ese número si sigue estando en la 105º posición de distribución de la riqueza.