
Ahora, Mubarak ya abandonó el país y está con su familia en una mansión de Londres, pero deja atrás a una de las ciudades más pobres del mundo y con 30 años de poder ininterrumpido. Desde ayer, el Ejército ha tomado el control del país y, pese a los festejos de los egipcios y el visto bueno de la comunidad internacional, es una gran incógnita el futuro del país africano.
Por lo pronto, sus propios ciudadanos están felices por haber dado fin a una autocracia de tres décadas. Pero por otro lado, nadie sabe qué ocurrirá, cómo reaccionará la región y qué camino institucional será el adecuado.