Chernobyl, a 24 años del desastre

Chernobyl 26 de abril de 1986, el mundo quedó atónito ante el accidente nuclear más grave de la historia: el reactor nº 4 de la Central de Chernobyl había explotado y su tapa, que pesaba mil toneladas, había volado por los cielos.

Sin embargo, lo que debía ser una Central Atómica se convirtió literalmente en un verdadero infierno: 31 personas fallecieron al instante, el aire y la tierra quedaron contaminados, la naturaleza destruída y los habitantes de la ciudad murieron por tumores o malformaciones nunca vistas.

La inmensidad del desastre fue tal que la cantidad de radiación liberada fue 500 veces mayor que la bomba arrojada en Hiroshima. Y pese a la heroica tarea de ¨los liquidadores¨ (bomberos, operarios y voluntarios que acudieron al lugar) ya nada sería igual para esta región de Ucrania.

Tampoco lo fue para la ex Unión Soviética, que debió evacuar a 135 mil personas de forma inmediata y disponer de enormes recursos para evitar una propagación mayor. Así se extinguía Chernobyl, el nuevo orgullo soviético de los ’70 y un hito en la pulseada armamentista con los EE.UU.

En esa mañana trágica, técnicos de la planta intentaban probar cómo funcionaban las barreras de protección, y para ello, desconectaron los sistemas de emergencia.

Primero fue la regulación de la potencia y la protección del núcleo, como así también sacar de línea el ordenador que impedía las operaciones prohibidas. Esta serie de errores permitió que el reactor tenga una subida de potencia extremadamente rápida que los operadores no detectaron a tiempo.

El reactor ardía a 2500 grados centígrados y las llamas, que afectaban a varios pisos, se acercaban peligrosamente al edificio donde se encontraba el reactor nº 3. Minutos después del accidente, ya todos los bomberos militares asignados a la central estaban en camino.

Gracias a su comportamiento memorable, evitaron que el fuego se extendiera al resto de la central. No obstante, su valentía, que será recordada por siempre, tuvo un precio muy caro: días, meses o años después, todos estaban muertos o con lesiones irreparables producidas por la radiación.

No alcanzaron sus trajes de plomo ni las mascarillas aportadas, como así tampoco los 2 minutos que se exigía como máximo de tiempo de exposición.

También se utilizaron robots, pero la alta radiación los estropeaba a los pocos minutos: sus circuitos se veían afectados y dañados por la exposición.

Asimismo, varios helicópteros del ejército arrojaban sobre el núcleo una mezcla de arena, arcilla, plomo, dolomita y boro absorbente de neutrones, materiales que evitaban una reacción en cadena.
Sin embargo, todo este esfuerzo parecía no alcanzar: partículas de radiactividad llegaron a Suecia, Finlandia y Alemania. Para ese entonces, el 40% del suelo europeo tenía altos índices de contaminación, y se prohibió en casi todo el viejo continente la importación de algunos alimentos.


Todo se hizo demasiado tarde, inclusive el mea culpa de la URSS. Sus dirigentes habían tomado la decisión política de no dar más detalles, pero ante la evidencia, el 14 de mayo el secretario general Mijaíl Gorbachov decidió leer un extenso y tardío, pero sincero, informe en el que reconocía la magnitud de la terrible tragedia.

Homenajes

El presidente de Ucrania, Viktor Yanukovich, señaló ayer durante el acto para recordar el 24º aniversario, la importancia de seguir pensando en la seguridad de la planta y de toda europa.

Dijo que a su país le faltan 400 millones de euros para poder seguir con las tareas de construcción de un nuevo sarcófago, que resguarda los elementos radiactivos del reactor.

Las mismas condolencias expresaron autoridades de Rusia y Bielorrusia en Moscú, donde depositaron coronas de flores en un monumento de recuerdo a la catástrofe.

En tanto, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, reiteró ayer en Nueva York su apoyo a la región afectada e instó a la comunidad internacional a ¨hacer todo lo que esté a su alcance¨ para impulsar la revitalización de la zona y asegurar las condiciones de seguridad. 

 
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