En otra excelente entrega para comprender el escenario internacional mientras se desarrolla la Cumbre de Seguridad Nuclear, Sebastián Muzi, columnista de internacionales en A medio Camino, nos explica el complejo entramado que, mejor que nunca, se titula "La suma de todos los miedos".
Cuando el presidente estadounidense Harry Truman autorizó el uso de armas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, no sólo respondió de manera impactante al ataque japonés sobre Pearl Harbor, sino que también dio inicio a la carrera armamentista más riesgosa de la historia.
Por entonces, la guerra fría estaba más caliente que nunca, con una Unión Soviética temerosa del equilibrio nuclear con su enemigo, pero en cierta medida consciente de que una ojiva en manos de Hitler sería peor.
Durante la Segunda Guerra Mundial, norteamericanos, canadienses y británicos comenzaron el Proyecto Manhattan, un plan ideado con el fin de tener la supremacía nuclear e impedir que la Alemania nazi obtenga la bomba primero.
Para ello, no sólo fueron necesarios decenas de científicos en fabricarla, sino también espías (principalmente ingleses y noruegos) que desactivaron las intenciones germanas.
Hoy en día, el peligro no viene de Berlín, ni tampoco de las dos capitales que más armas atómicas tienen en el mundo, Washington y Moscú. La preocupación, claro está, apunta a países que se han apartado de las investigaciones pacíficas y planean entrar al ¨Club Nuclear¨ para disuadir un ataque o más bien, hacerlo.
Por hechos como estos fue extremadamente necesario firmar en 1965 el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), un compromiso que insta a las naciones a eliminar sus arsenales o, si no los tuvieran, abandonar cualquier idea para obtener una bomba.
¨El pueblo tiene que entender que las armas nucleares estratégicas ponen a toda la humanidad ante una nueva circunstancia, a saber, que por primera vez en la historia la humanidad puede literalmente destruirse¨. Dijo en esa época el ex secretario de Estado Henry Kissinger.
Si una nación proyectaba tener una bomba atómica, su vecino, temeroso, también la quería. Y si un gobierno tenía varias, el otro quería más, con el argumento de ¨equilibrar¨ el poderío militar. Así se cuentan numerosos casos en todo el globo, como el recelo entre las dictaduras argentina-brasileña, indios-pakistaníes, árabes-israelíes o entre las dos coreas.
Por entonces, la guerra fría estaba más caliente que nunca, con una Unión Soviética temerosa del equilibrio nuclear con su enemigo, pero en cierta medida consciente de que una ojiva en manos de Hitler sería peor.
Durante la Segunda Guerra Mundial, norteamericanos, canadienses y británicos comenzaron el Proyecto Manhattan, un plan ideado con el fin de tener la supremacía nuclear e impedir que la Alemania nazi obtenga la bomba primero.
Para ello, no sólo fueron necesarios decenas de científicos en fabricarla, sino también espías (principalmente ingleses y noruegos) que desactivaron las intenciones germanas.
Hoy en día, el peligro no viene de Berlín, ni tampoco de las dos capitales que más armas atómicas tienen en el mundo, Washington y Moscú. La preocupación, claro está, apunta a países que se han apartado de las investigaciones pacíficas y planean entrar al ¨Club Nuclear¨ para disuadir un ataque o más bien, hacerlo.
Por hechos como estos fue extremadamente necesario firmar en 1965 el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), un compromiso que insta a las naciones a eliminar sus arsenales o, si no los tuvieran, abandonar cualquier idea para obtener una bomba.
¨El pueblo tiene que entender que las armas nucleares estratégicas ponen a toda la humanidad ante una nueva circunstancia, a saber, que por primera vez en la historia la humanidad puede literalmente destruirse¨. Dijo en esa época el ex secretario de Estado Henry Kissinger.
Si una nación proyectaba tener una bomba atómica, su vecino, temeroso, también la quería. Y si un gobierno tenía varias, el otro quería más, con el argumento de ¨equilibrar¨ el poderío militar. Así se cuentan numerosos casos en todo el globo, como el recelo entre las dictaduras argentina-brasileña, indios-pakistaníes, árabes-israelíes o entre las dos coreas.
¨Sabemos que existen materiales nucleares en el mundo que no están en lugares seguros¨ dijo el presidente norteamericano Barack Obama en la cumbre de Praga del 2009. Su mensaje, claro y directo, estaba dirigido a tres países en particular: Irán, Pakistán y Corea del Norte.
Desde su asunción el mandatario buscó diferenciarse de su antecesor, George Bush, quien libró una guerra en Irak con la excusa de las Armas de Destrucción Masiva, armas que por cierto, nunca fueron encontradas.
Es posible que el republicano haya tomado muchas malas decisiones. Sin embargo, una de las más acertadas fue poner en conocimiento de la comunidad internacional que existía un peligro claro en el ¨Eje del mal¨, cuyos integrantes son hoy los mismos a los que apunta la administración demócrata, a excepción de Cuba.
Decisiones de un martes 13
En la cumbre sobre Seguridad Nuclear que en estos momentos se está realizando en Washington, Obama busca acordar con el resto de naciones el endurecimiento de las sanciones a persas y norcoreanos, y no permitir que grupos como Al Qaeda logren su objetivo de tener arsenal atómico.
En el primer caso, el gobierno de Mahmoud Ahmadineyad sostiene que su política nuclear es para usos pacíficos, pero sus conexiones con grupos terroristas y el gran avance del enriquecimiento de uranio sugieren que podría estar fabricando un arma con fines militares.
La preocupación, obviamente, no es si logra una sola ojiva, sino a quien puede suministrar el conocimiento: Occidente acusa al régimen de colaborar con Hezbollah y cobijar a numerosos terroristas. De hecho, su ministro de Defensa es Ahmad Vahidi, supuestamente involucrado -según la Justicia argentina- de organizar el atentado en la sede de la AMIA.
En tanto, los norcoreanos son un caso aparte y muy complejo, ya que utilizan las amenazas para beneficiarse económicamente de acuerdos que les permitan ¨estirar¨ el problema y dar de comer con ellos a su empobrecida población.
Con un poderío que podría disuadir cualquier ataque, es el 4º ejército del mundo y el país que más dinero de su PBI gasta en armamento militar (cercano al 25%). La secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton afirmó hace unos días que Corea del Norte tendría "entre una y seis armas nucleares", un peligro para la seguridad de su vecino del sur y Japón.
En ambos casos, la pieza clave del conflicto puede ser China. El presidente Hu Jintao ha sido escéptico en sancionar a Irán, especialmente en lo que se refiere a inversiones en el sector energético por sus acuerdos millonarios.
Sin embargo, Obama ha movido bien sus fichas y no sólo ha logrado que Pekín coopere en futuras sanciones contra la república islámica, sino que Kim Jong il, el líder norcoreano, dijo en febrero pasado que su gobierno se compromete a la desnuclearización de la península de Corea siempre y cuando el gigante asiático interceda en las negociaciones.
Otra de las llaves está en la participación de Israel, que se bajó de la cumbre supuestamente por sus diferencias con Estados Unidos. La ausencia de Benjamin Netanyahu es un claro indicio de que a Jerusalén no le interesa negociar la desnuclearización, sino más bien, realizar un ataque preventivo, tal como hizo con la central atómica de Irak en 1981. Por ello el presidente de Rusia, Dimitri Medvedev salió a advertir que un ataque israelí a Irán devendría en un conflicto inimaginable.
La otra parte que los judíos no quieren contar es cuántas armas nucleares tienen en su territorio: es el único país del mundo que no ha declarado su arsenal, que ronda entre 100 y 200 cabezas almacenadas, y se niega a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear, la excusa perfecta de Ahmadineyad para seguir construyendo sus plantas.
Islamabad en los ojos del mundo
Si bien los 47 jefes de Estado que debaten cerca de la Casa Blanca tienen en su agenda los peligros de estos dos países, Pakistán se ha convertido en el último tiempo en la región más peligrosa del mundo. La suma de todos los miedos es que un grupo terrorista obtenga una bomba nuclear. Y estos dos factores confluyen como en ninguna otra parte del mundo.
Tiene un arsenal de 80 cabezas nucleares por su rivalidad con la India (otro miembro del Club Nuclear), y persiste en este país un gran peligro por la acción de ramas insurgentes. Fronterizo con Afganistán, en los últimos años los gobiernos han sido tan frágiles que ni siquiera pudieron contener el ataque terrorista que terminó con la vida de Benazir Bhutto, la primera mujer que llegó a primer ministro en un país musulmán. Como si fuera poco, se cree que sectores gubernamentales o del ISI, el servicio de inteligencia pakistaní, tienen simpatía por las acciones de Osama Bin Laden o sectores Talibanes.
John Brennan, asesor del gobierno estadounidense en terrorismo, afirmó: ¨Hubo numerosos reportes durante los últimos ocho o nueve años de intentos por obtener varios tipos de materiales, y Al Qaeda ha estado involucrada varias veces¨. De hecho, el funcionario agregó que pandillas criminales han estafado al grupo con material nuclear falso, lo que prueba el interés por obtener la bomba.
Para 1985, el mundo tenía 65.000 ojivas nucleares activas, una cifra que podía generar varias veces un Armageddon. Y ya el cuidado no era deber de un puñado de naciones, era más bien una amenaza para la seguridad mundial.
Hoy en día, gracias a contribuciones voluntarias como las de Sudáfrica, que desmanteló su arsenal en los ‘80, o las de Canadá y Ucrania, que devolverán el uranio enriquecido para el 2018, hacen que el mundo se vea cada vez mejor.
Irán, Pakistán, Corea del Norte. Nombres que cada vez salen más seguido en la tapa de los diarios. Lo importante no es tanto quiénes sino qué pueden hacer con ese conocimiento. La cumbre en Washington servirá para establecer pautas claras de convivencia nuclear, pero también debería incluir a las naciones objetadas para discutir sus verdaderos proyectos.
En definitiva, si un terrorista explota el hongo tan temido, ¿responderán con la misma piedra con otro Hiroshima y Nagasaki? o responderán como Josef Stalin, quien en vez de lanzar un ataque propuso: ¨Las ideas son más poderosas que las armas. Nosotros no dejamos que nuestros enemigos tengan armas, ¿por qué dejaríamos que tuvieran ideas?¨