Ni oficialismo ni oposición, unidos


Por Sebastián Muzi / Analista internacional

Cuando el 25 de mayo de 2003 Nestor Kirchner juraba como presidente de la República Argentina, la sociedad se aprestaba a ver un cambio de mandatarios que estaba teñido de eternas sospechas hacia la clase política, ya que ésta había taladrado la confianza de la gente en la crisis del 2001.

Sin embargo, muchos creyeron que se cambiaría la historia. Inclusive yo, que teniendo apenas 2º año de periodismo logré entrar al Congreso Nacional para ver el increíble suceso. Recuerdo que ese día se respiraba tranquilidad, era una mañana estupenda, casi sin nubes.

Después de sortear algunos obstáculos, mis ojos miraban incrédulos los pasillos del parlamento. A muchos funcionarios no los conocía, salvo por algún micrófono que intentaba extraerle una opinión.

Por los altoparlantes distruibuídos en el edificio se escuchaba el discurso presidencial, y ya en las primeras palabras se notaba un aire diferente: El presidente electo aseguraba que la Argentina necesitaba un cambio, y éste debía provenir de la unión de la sociedad.

¨El 27 de abril las ciudadanas y ciudadanos de nuestra patria, en ejercicio de la soberanía popular, se decidieron por el avance decidido hacia lo nuevo. Dar vuelta una página no ha sido mérito de uno o varios dirigentes, fue ante todo, una decisión colectiva de la ciudadanía argentina¨, recitaba Kirchner en su primera alocución legislativa.



200 años de historia

Hoy, 7 años después, parece fundamental recuperar esa misma frase del extinto jefe de estado, que como todo gran líder, generó amor y odio.

Esa misma siembra es lo que hoy vive el país. Costernado por su muerte, aún hay voces críticas que quieren volver al pasado o más bien, hay otros que quieren ir a un futuro en paz.

Se suele decir que las muertes exculpan de los errores, y puede ser que el trágico fallecimiento del ¨pinguino¨ cambie la forma de hacer política en el país, porque tal como decía Kirchner, es la unión lo que nos tiene que fortalecer.

La oposición, más mesurada que el estilo confrontativo del Frente para la Victoria, ha hecho un silencio respetuoso por la figura del sureño, y a contramano de lo que se pensaba días antes, acompañarán a la presidente Cristina Fernández hasta el fin de su mandato.

En la necrológica siempre hay que resaltar los hechos positivos del difunto, pero no sólo es una mera razón editorial, sino que también fueron hechos que van a quedar en los libros de historia. El retiro del cuadro de Videla, la recuperación de la economía, el fin del ALCA en Mar del Plata y, en el último lapso, el fortalecimiento de las relaciones con América Latina.

¨Nuestro país debe estar abierto al mundo, pero abierto de una manera realista, dispuesto a competir en el marco de políticas de preferencia regional..¨ continuaba ensayando Néstor, quien ya daba una impresión de lo que sería su política exterior. Inclusive, avisoraba lo que iba a pasar, ya que cancelaría la deuda externa con el FMI sin desproteger las arcas nacionales.

"No se puede recurrir al ajuste ni al endeudamiento. No se puede pagar deuda a costa del hambre y la exclusión, generando más pobreza y aumentando la conflictividad social". "Creciendo nuestra economía crecerá nuestra capacidad de pago" explicaba, como si supiera que tiempo después los acreedores de todo el mundo también le exigírían el dinero invertido en el país.

"No debe esperarse de nosotros alineamientos automáticos sino relaciones serias". "Nuestra prioridad será la construcción de una Amérca Latina estable, próspera y unida" diría, sin saberlo en ese entonces, el primer Secretario General de las Unión de Naciones Sudamericana (UNASUR).

Su protagonismo en la integración latina fue fundamental y tal vez, haya hecho más que ningún otro presidente por esta región del mundo, convocando reuniones cuando hubo conflictos, como en Honduras, Ecuador y Colombia. La excepción, claro está, fue la relación con Uruguay, gastada por el conflicto de la papelera Botnia.

En resúmen, su hoja de ruta dirá que hizo casi todo lo que se propuso. Casi todo lo que prometió en ese soleado día de 2003. Dejó su huella, una ideología que le devolvió el sueño a muchos argentinos que se habían desencantado con la vieja política.

Sin embargo, todavía falta mucho por hacer, como él decía, para "profundizar el proceso", pero madurando, con paciencia, con paz. No se logran las cosas atropellando a todo el mundo, ni menos aún se construye un consenso tapando la boca al que disiente. Es hora de que se aprenda de los errores, porque nadie dice que lo que se hizo hasta aquí esté mal, sino que hay que corregirlo.

Ese mismo cambio que pedía el abogado santacruceño debe surgir también de las mismas entrañas de la Casa Rosada, ya que, como decía en su asunción "Atrás quedó el tiempo de los líderes predestinados, los fundamentalistas, los mesiánicos. La Argentina contemporánea se deberá reconocer en la integración de equipos y el respeto por la diversidad".

Faltan varios meses para la elección, pero mejor dicho, faltan varios meses de gobierno. Como aquella vez, el país todo está apoyando la gobernabilidad. Cristina es una dama de hierro. Es la comandante en jefe, y ojalá que tenga la fuerza suficiente para liderar el destino del país. Pero para eso suceda, vale recordar el cierre del propio Kirchner: ¨Vengo a proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, una Argentina normal. Quiero que seamos un país en serio, pero también más justo. Anhelo que por este camino se levante una nueva y gloriosa Nación, la nuestra¨.

 
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