
Así se produzcan cuatro muertes por salideras bancarias o en la modalidad que sea, la inseguridad sufre de una mutación cada vez más notoria: la violencia. Los robos son más violentos, sin necesidad alguna de serlo. Una vez más los políticos saben que deben enfrentar el micrófono de los medios de comunicación sólo para entrenar qué discurso dar pero con muy pocas ideas sobre qué hacer.
El banco Santander Río, aunque parezca increíble, se negó a entregar las cintas de seguridad cuando ocurrió el caso, como si fuera más importante "ver qué pasó dentro para luego sí ver qué hacer afuera". No hay misterios: no existe una sola política, un sólo plan para combatir la inseguridad.
Por ello, un nuevo Isidro está a la vuelta de la esquina. O a la vuelta del banco.