Se aproximan los festejos por el denominado Bicentenario, o sea, la celebración por los 200 años de historia del país. Y luego de una no tan extensa historia política nacional, la actualidad nos encuentra con un balance que, retroactivamente, no deja de ser negativo.
Las elecciones en la Argentina se edificaron sobre fraudes y corrupción al por mayor. Sucesivamente, los gobiernos de facto irrumpieron los civiles, hasta que en el año 1983 hasta la fecha, la democracia parece ser un modelo que se posiciona con sus grandes o graves errores. Hoy, con una reposición de gestiones justicialistas o radicales -los dos partidos históricos del país- el Bicentenario será un acto que determinará para el Gobierno actual la idea de programar una nueva gestión desde las elecciones presidenciales de 2011.
La oposición, por cierto, intentará precisamente lo contrario. Lo cierto, entonces, es que el próximo sábado, domingo, lunes y martes será realmente una celebración, un evento para festejar pues, sobre todas las cosas, será necesario rescatar la idea de un país económicamente activo, fuerte, de gran expansión y con un futuro promisorio.
Los pesimistas, lo ven imposible. Los optimistas, creen que finalmente sucederá. Los realistas, reconocieron ser pésimos optimistas.
