Todos los países sufren a determinados candidatos que luego se transforman en presidentes y más tarde comienzan a derrochas políticas que, años más tarde, hundirán a su propio país. Lo sufrió Argentina con la presidencia de Carlos Menem -uno de los tantos ejemplos- Brasil con los mandatarios antecesores de Lula o las demás naciones latinoamericanas.
Y precisamente, Perú tuvo como presidente a Alberto Fujimori, condenado y exiliado por la incontable cantidad de delitos que cometió en las administración pública. Su hija, Keiko, se postuló recientemente a las presidenciales peruanas con una considerable aceptación. De hecho, está al borde de competir en la segunda vuelta electoral.
Fujimori padre cometió todo tipo de delitos y destruyó una nación. Su hija no se diferencia de su padre y postula políticas similares. Menem, en Argentina, ganó en 1989 y revalidó en 1995, y pese al desastre social, protagonizó una excelente elección en 2003.
Entonces, del pasado, ¿no se aprende?