El caso de Brasil es paradigmático. Con sólo hacer un poco de memoria se podrá recordar que el país sudamericano, hasta no hace más de 10 o 15 años, se mimetizaba entre los gobiernos de esta región del mundo que siempre luchaban por superar el status de “emergentes”, gozar de un breve período de bienestar y retornar a las clásicas crisis sociales, políticas y económicas.
Chile, por caso, logró escapar a los modelos de Uruguay, Paraguay, Bolivia o Colombia. El país trasandino logró una estabilidad y regularidad en base al cuidado de un modelo de país que le permitió diferenciarse del resto.
Pero Brasil supera todo tipo de expectativas. En dos gestiones presidenciales de Luis Inacio Lula da Silva, el país logró un avance pocas veces visto en la era moderna. Creció políticamente, social y económicamente. Redujo la pobreza, implementó planes para los más pobres, subió el nivel de vida, se posicionó en el mundo y, si nada falla, en 20 años podría ser una de las tres economías más poderosas del globo.
Si alguien necesita de un ejemplo a seguir. Pues ya no se debe buscar más. Aquí lo tienen.