¿Jugamos limpio?

Investigación especial. Por Sebastián Muzi.

Seguramente, luego de que compre alguna golosina en un kiosko, tirará su envoltorio a la vereda, a la calle o lo pondrá entre medio del asiento del colectivo, pero pocas veces en el cesto de basura como corresponde. 

Esta actitud, propia no sólo de los argentinos sino de la gente en general por falta de educación, se repite en muchos países y conlleva a pensar que una sociedad es sucia porque su recolección sólo es un deber del estado. 

Tan es así que en épocas de inundaciones la población se suele quejar por los sumideros tapados, producto no sólo de la falta de mantenimiento sino también por la cantidad de basura arrojada por los seres humanos. 

Y para disminuir la proporción, la legislatura de la ciudad de Buenos Aires aprobó en 2005 la ley de Basura 0, un plan propuesto por la organización ecologista Greenpeace para reducir la cantidad de residuos enterrados en rellenos sanitarios.  

Dicha norma pretende disminuir la cantidad de basura en un 50 por ciento para 2012, un 75 por ciento para 2017 y llegar al reciclaje total en 2020. Pero para que ese plan tenga éxito, los vecinos deben prestar su colaboración mediante la separación de los diferentes tipos de residuos. 

Hoy en día, cada habitante de la Capital Federal genera un promedio de un kilo por día, lo que suma 12.000 toneladas diarias. Y dónde depositarla no es un tema menor, ya que la mayoría va a parar a rellenos sanitarios, basurales a cielo abierto o en algunos casos, se incinera. Y poco, muy poco, se recicla. 

Su destino es el predio del CEAMSE en Campo de Mayo, perteneciente al Ejército pero dentro de la comuna de San Miguel. En este lugar se acumulan los residuos de más de 20 distritos, y ha generado en más de una ocasión un conflicto entre el intendente del partido, Joaquín De La Torre, el gobernador bonaerense Daniel Scioli y el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri.
Enrique Tronceda, director suplente del organismo clarifica lo que muchos piensan: ¨¿Quién quiere ser basurero? Hay olor, hay miedo a la contaminación, recientemente al CEAMSE le dieron la norma ISO 9001 y como empresa es muy idónea, pero nadie quiere tener un basurero a la vuelta de su casa¨.
Y vaya si no tiene razón: este complejo se ha convertido, después del relleno de San Pablo en Brasil, en el 2º basurero más grande del mundo. 



San Miguel asegura que se entierran aquí entre 16 y 17 mil toneladas diarias, muy lejos de las 5 mil pactadas inicialmente. Y si se calcula esta cifra por año, sobrepasa en 4 millones de toneladas la cantidad estipulada en la ley de basura 0 para 2010.

En 2001, el por entonces gobernador bonaerense Carlos Ruckauf advirtió que el conurbano era ¨una bomba ecológica¨ y propuso que cada municipalidad gerenciara su propio tratamiento de residuos, lo que permitía reducir el costo del traslado.
La idea, que en principio parecía acertada, no tuvo peso en la gobernación de Felipe Solá y el relleno de Campo de Mayo se saturó. Se comenzó a buscar alternativas para su cierre como Zárate y Campana, pero ni éstas ni otras comunidades querían recibir sus propios desperdicios.
Lo mismo pasó en el interior: En Misiones, el destino de los residuos producidos en Posadas generó fuertes discusiones entre la gobernación y los pueblos de Piray, Garuhape y Caraguatay, donde intentaron derivar la basura.
De la misma forma, las intendencias de Villa Dolores y Cruz del Eje en Córdoba también se pelearon sobre cómo y de qué manera depositar los residuos. 
Nadie quiere recibir residuos de otra región, pero todos se quieren deshacer de los propios. O lo que los estadounidenses llaman ¨Not in my back yard¨ (¨No en mi patio trasero¨).

Estudio país

En la Argentina existen más de 3 mil basurales que aún no pueden ser erradicados (la mitad en Buenos Aires), especialmente por la creencia dirigencial de que hacerlo tiene un alto costo económico.
De esa cifra, 700 se encuentran en la provincia de Córdoba, una de las más afectadas por el descuido de funcionarios y su población. Según el Secretario de Ambiente cordobés, Raúl Costa, esta modalidad constituye hoy en día ¨el peor de los escenarios¨, ya que de los 3 millones de toneladas que se generan por año, la mayoría va a arrojarse a un basural sin ningún tipo de separación y que nadie controla.

Sin embargo, hace 10 años se lanzó un plan que proponía dividir al territorio en 12 zonas con vertederos, y con una financiación aprobada por la Casa Rosada, pero por las disputas políticas entre intendentes nunca se puso en funcionamiento y sólo se crearon 2 de los rellenos proyectados.  

Pero así como el corazón de la patria escapa al tratamiento de residuos, tampoco en el resto del país se sabe bien qué hacer con ellos.

En Mar del Plata, lugar de predilección de miles de familias durante sus vacaciones, se recolecta por día la increíble cifra de 700 toneladas de basura, lo que perjudica no sólo a los turistas sino también a sus costas: se descubrió en el último verano un alto nivel de contaminación del mar, desde Camet hasta el Torreón del Monje. Y ya en el 2000 se había suspendido la recolección por falta de espacio.  

En Rosario se generan 600 toneladas diarias de residuos, pero hasta ahora sólo se ha limitado a disponerlos en basurales y, desde hace algunos años, en algunos rellenos sanitarios. No ha desarrollado aún programas de reciclado y compostaje que permitan disminuir significativamente la basura llevada a disposición final.

En Mendoza son 400 mil las toneladas que se tiran por año, con casi 1,2 kilos por persona. Sus vecinos de San Luis recogen mensualmente unas 2.700, de los cuales el 98 % de las bolsas de basura son de supermercado, lo que hace más difícil su biodegradación. 

Al norte la situación no cambia: en cada ingreso a la provincia de Catamarca hay un basural que cumple el papel de cartel de bienvenida. En Jujuy se viene reclamando con urgencia la apertura del nuevo relleno sanitario de Chancillos, ante la saturación del centro de Finca El Pongo. Y en Salta, que ya poco tiene de linda, se hizo costumbre en los comerciantes no respetar los horarios establecidos para la recolección.  
  
Si nos vamos al sur, el 2º Censo de Contaminación Costera realizado por la Fundación Patagonia Natural, encontró a la zona ribereña de Tierra del Fuego como la que mayor cantidad de residuos por habitante genera en toda la república.
Y como si fuera poco, los argentinos desecharán este año más de 100.000 toneladas de aparatos electrónicos, en su mayoría restos de celulares, computadoras e impresoras que van a ir a parar rellenos sanitarios o basurales sin ningún tipo de separación.

Alternativas

Una de las opciones más polémicas es la incineración, que se puede utilizar también para generar energía eléctrica. Algunas ciudades como Nueva York utilizan esta tecnología de forma exitosa: hay plantas que queman unas 2800 toneladas por día para generar 72 megavatios, abasteciendo de luz a más de 60.000 hogares. 

Según algunos expertos, su costo no es más elevado que el de un relleno sanitario, pero su costado sombrío, claro está, son los gases de efecto invernadero que provoca, ya que contribuyen al recalentamiento global del planeta. 

De hecho, Greenpeace cargó fuertemente contra Mauricio Macri cuando quiso reactivar este sistema, el cual no sólo daña a la atmósfera sino que produce también sustancias tóxicas con propiedades cancerígenas. 

Ganada esta batalla, hoy en día se lucha para que los residuos tengan como destino final el compostaje o reciclado. En el primer caso, se trata de un proceso mediante el cual los microorganismos actúan sobre la materia biodegradable, permitiendo obtener un "compost", abono excelente para la agricultura. 

La segunda propuesta -y la más importante- aún no ha conseguido hacer pie en casi ninguna parte de la Argentina, pero al menos el líder del PRO intentó recomponer su imagen al crear una planta de transferencia que reduce un 16% la basura destinada al relleno. 

Faltan 2 años para que se cumpla el primer escollo de la Ley de Basura 0, y 10 más para que se recicle toda la basura. Pero teniendo en cuenta que no se cumplirán las toneladas mínimas para este año, el consumo seguirá siendo el mismo y la gente seguirá actuando de la misma manera, cabe preguntarse: ¿llegaremos a jugar limpio?

 
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