Siempre ocurre que en los tramos finales de un Gobierno, cuando su popularidad -si es que la tuvo- ha comenzado a decaer, asoman los conflictos suspendidos durante un tiempo. El Gobierno, entre sus principales enemigos, tuvo al campo, y pese a que el sector agropecuario obtuvo su mayor victoria rechanzado la resolución 125, la relación entre ambos sectores fue pésima.
El día histórico en que el vicepresidente de la Nación Julio Cobos anunciara su voto no positivo ante la ley propuesta por el oficialismo, allí la relación Gente-Gobierno. Y pese a que se ganó, el campo continuó con grandes conflictos para manejar sus negocios. Hoy, un tiempo después, los grandes referentes del sector agropecuario argentino planean una nueva protesta, de igual solidez, aprovechando el tramo final del Gobierno. Más allá de las implicancias entre uno y otro, la pelea entre ambos sectores dejó en el medio una vez más a la población media argentina, que sufrió paros, marchas, reclamos y, principalmente, un total corte de rutas y un inusual aumento de precios que nunca más se retrotrajeron. Muchos de los ciudadanos han tomado parte apoyando a uno u otro, pero otra gran parte ha sufrido hasta hoy el desbarajuste de la economía.
Si surge un nuevo paro, la economía de los que más la sufren se volverá a sentir. Será cuestión de pensar si hay que salir a apoyar a un bando en una guerra ajena o defender los intereses de la propia población.
