Una ola de renuncias que recorre el mundo

Por Sebastián Muzi

No es de sorprender que todos los días en cualquier diario que elija encuentre la dimisión de algún personaje público. Ocurre en los deportes, en las obras teatrales, en la política. Lo sorprendente es que ocurran varias, y de envergadura, en tan poco tiempo.

Quizás el que comenzó tambaleando fue el primer ministro británico Gordon Brown, no sólo por su incapacidad para resolver la crisis financiera que aqueja a su país (cuya deuda es una de las más altas de europa) sino también por su falta de respuesta ante la fuerte presión sociedad inglesa en temas como .

Sin embargo, bajo su mandato tuvo un logro importante que, a los ojos de la actual crisis griega, le dió la razón: la independencia del Banco de Inglaterra evitó que el Euro reemplazara a la Libra Esterlina como moneda. 

Pero no sólo Brown se fue con un sabor amargo sino que poco después, su reemplazante, el conservador David Cameron sufrió la baja del titular del Tesoro David Laws, acusado por graves casos de corrupción.

Un mes después, Europa todavía no sale de su asombro por la renuncia del presidente alemán, Horst Koehler, quien dejó el cargo debido a expresiones poco afortunadas sobre la presencia de sus tropas en Afghanistán. Es la primera vez que un jefe de Estado germano presenta su dimisión, y otro duro golpe para la canciller Angela Merkel, quien pese a haber recuperado la economía Berlinesa, no ha tenido los mismos resultados con la crisis de Atenas, ya que su reticencia a una ayuda económica y las propuestas de ajustes generaron más caos en la región. 


Cruzando de continente, el premier japonés Yukio Hatoyama presentó ayer su abdicación al cargo, debido a una fuerte caída de su imagen pública, del 70 al 20 por ciento en 9 meses.

Su suerte corrió en gran parte por no haber podido concretar el traslado de la base estadounidense de Okinawa, una de sus promesas electorales antes de asumir hace menos de un año. Pese a ello, la verdadera causa de la baja nipona quizás no se sepa nunca, o por el contrario, haya sido discretamente disimulada por presión de los Estados Unidos.

Por otra parte, el gobernante de Nepal (Africa), Madhav Kumar aceptó dar un paso al costado para resolver la crisis política, con el fin de redactar una nueva Constitución que permita terminar con años de guerra civil.

En la cuerda floja

La mayoría de los países –a excepción de los nórdicos- tienen una actividad política vertiginosa, y no hay lugar del mundo que no se hable de pedido de renuncia.

A la cabeza, claro está, se encuentra el italiano Silvio Berlusconi. A las denuncias por sus contactos con sectores de la mafia, se le suman sus ¨fiestas privadas¨, casos de corrupción, el apoyo a la Guerra en Irak, sus peleas de alcoba con su mujer por las prostitutas y la economía en su país. ¿Su imagen? Es la mínima histórica: 40%.

Si bien no parece estar en el circo como el excéntrico milanés, España no pasa en estos días por su mejor momento. Con más de 4 millones de desocupados y una pobre recuperación financiera, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero se vio obligado a reducir un 5% los salarios públicos, lo que le valió que el opositor Partido Popular le exigiera en el Senado su dimisión.

Como si fuera la vuelta al mundo en 80 días, otro de los casos resonantes está en medio oriente, donde toda la comunidad internacional le está pidiendo explicaciones a Benjamín Netanyahu por su absurdo ataque a una flotilla humanitaria con destino a Gaza.

Es tanto el enojo y la conmoción que ha causado el asalto que si las embarcaciones no hubieran sido de Turquía (un aliado) sino de Irán o Siria, hoy estaríamos hablando de Guerra.

El israelí, lejos de pedir perdón, defendió el accionar de sus soldados y sigue sosteniendo que en ellas viajaban militantes del grupo terrorista Hamás, pese a había parlamentarios de Alemania, Bélgica e Irlanda, una Nobel, un escritor sueco y periodistas de todo el mundo.

Su cabeza, como la del ministro de defensa Ehud Barak, es pedida por muchas naciones e inclusive por la prensa y la sociedad hebrea.

En tanto, América Latina vive –extrañamente- un proceso de llamativa calma, ya que los actos eleccionarios se vienen desarrollando sin dificultades ni denuncias de fraude, al menos no tan graves como para anular un comicio.

Sólo los convulsionados gobiernos de Venezuela y Argentina, quienes a pesar de tener un relativo auge económico (sin contar la escasez de alimentos y la inflación, respectivamente) dejan lugar a las dudas sobre una posible salida de su máximo responsable, no por renunciar al cargo, sino tal vez como una simple jugada política para dejar un sucesor.

En Caracas, la oposición no hace pie contra Hugo Chávez, y en Buenos Aires, Cristina Fernández conserva el mismo porcentaje de aprobación que el jefe de estado japonés, pero así y todo, se cree que llegará sin problemas al traspaso de mando en el 2011.

Por el contrario, el Caribe parece inclinarse (a excepción de Costa Rica) a algunos periodos de turbulencias: en Haití, René Preval es objeto de protestas de partidarios del ex presidente Aristide que exigen su partida; y en Honduras, más allá del alejamiento de Zelaya (que no fue una renuncia sino un golpe de estado) Porfirio Lobo deberá recomponer al país y ser aceptado por la OEA. 

 
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