Argentina: Quiero que siga el modelo, pero no Cristina

Por Sebastián Muzi - Periodista

¿Es una contradicción? No, porque lo que se hizo bien durante el kirchnerismo no se debe tirar por la borda. ¿Puede existir el modelo kirchnerista sin un kirchnerista? Sí, porque lo que está en juego es el futuro del país, y se debe continuar con las políticas sociales, la recuperación de industrias, el compre nacional, los derechos humanos y de hacer valer los intereses de la República.
 
Lo que no puede continuar es la falta de tolerancia, el patoterismo, la corrupción, el doble discurso y la soberbia de muchos de los funcionarios y/o amigos de este Gobierno.
 
Allá por el 2003, fui uno de los 200 periodistas privilegiados de todo el mundo que estuvieron en el Congreso cubriendo la asunción de Néstor Kirchner. En aquella ocasión, fui un argentino más de los que se entusiasmaba con el cambio, con nuevos aires, esta vez patagónicos, y con una pizca de esperanza como no se veía desde hacía mucho en la Argentina.
 
Durante su campaña electoral, el fallecido ex presidente envalentonó su discurso prometiendo reconstruir ¨Un país en serio¨.
 

Con sólo recordar la historia nacional, repleta de golpes militares y gobiernos sin consenso, haciendo un alto en un momento crucial de la vida del país, en donde el peronismo dejó una huella muy arraigada en toda la población, el camino nos lleva a una última frase, pintada por doquier y exportada a todos los países latinoamericanos. Una oración que resume el sentimiento popular, y quizás el engendro de la democracia: ¨que se vayan todos¨.
 
Entonces, con 20 años de democracia, el país estaba seguro de su decisión y decía: sí, quiero un país en serio.
 
Hoy, unos años más tarde y con dos gobiernos del matrimonio santacruceño, me vuelvo a hacer la pregunta: ¿ésto es un país en serio? La verdad, creo que me están cargando. Si es normal que paren un país por 3000 millones de pesos en retenciones, si es normal que el secretario general de los trabajadores le impida a millones de sus afiliados concurrir a sus trabajos, si es normal que la defensora de los derechos humanos grite en la Plaza de Mayo "¡Váyanse de nuestra plaza bolitas hijos de puta!, bueno, creo que voy a replantearle a la Real Academia Española el significado de normalidad.
 
Pese a ello, aplaudí a rabiar cuando Néstor le dijo Go Home a George Bush en Mar del Plata. También me emocioné cuando hizo bajar el cuadro de Videla, o cuando en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas pidió cambiar las reglas del Fondo Monetario Internacional.
 
También me puse contento por el avance de Unasur para el fortalecimiento de América latina. Nunca en la historia, ni siquiera en los ’70 cuando la Alianza para el progreso que proponía Kennedy dio esperanzas de que dejemos de ser el patio trasero, había habido tanta amistad entre nuestros pueblos sudamericanos.
 
Ya no dependimos de EE.UU, ni tampoco de la Unión Europea. El socialismo hizo sus cosas buenas: abrimos mercados, nos relacionamos con otros países, dejamos de pedir préstamos. En resumen, se hicieron las cosas bien.
 
Sin embargo, tanto en lo doméstico como en lo exterior quedaron deudas.
 
Montevideo, Madrid, Brasilia, Santiago, Washington, Londres y Milán son capitales que se pueden encontrar en un Atlas, o en el famoso Google, pero no en la agenda presidencial. Creer que la política exterior se maneja de acuerdo a los sentimientos es un error tan grande como el megacanje de Fernando de la Rúa.
 
Fiel a su costumbre, los gobiernos de Néstor y Cristina se pelearon con todos, y no necesariamente eso es sinónimo de defender los intereses nacionales, porque a la larga, la falta de apoyo internacional niega inversiones, traba acuerdos y se evaporan las alianzas; y en política, uno nunca sabe cuándo las puede necesitar.
 
Pero no importa gente, vayamos todos a la plaza a apoyar el modelo. Los que no quieren venir, son oligarcas, estuvieron en la dictadura y quieren un nuevo golpe de Estado.
 
Si salís con las cacerolas, ya no es seguro, porque es probable que te las roben. Mucho menos se te ocurra ir a la comisaría, porque los presos –o D’elía- la tienen copada o corrés el riesgo de que te saquen los pocos pesos que te quedan si no abonás la ¨protección¨ de tu local. Y si estás en un hospital o llevás a los chicos al colegio, mejor andá con custodia, porque no tuvieron mejor idea para pegarle a Macri que sacar a toda la Policía Federal de las instituciones públicas porteñas.
 
Pero bueno, no todo lo que reluce es oro dice el refrán, sino pregúntenle a Ricardo Jaime, que soñaba con frotar la lámpara de Aladino, pero Alí Babá y los 40 ladrones le bajaron el pulgar, a ver si ellos también quedaban entre las rejas.
 
Me imagino que si tenés tu negocio, y tu empleado te roba 6 millones de pesos te darás cuenta ¿no? Lástima que esa falta de percepción no se vio desde la Casa Rosada.
 
En fin. Todo cuento tiene un final. Y la verdad, no quiero que sea un final infeliz. Me gustaría que diga como en las películas To be continued.  Sé que es difícil encontrar en el mazo una figurita de la oposición que no salga repetida. Son todas fáciles, nadie tiene la difícil, la que todos quieren.
 
Pero así las cosas, parece como que la contienda tiene un ganadora antes de que comience el primer round. Es mujer, y por cuestión de género, eso es más meritorio. No pelea sola, tiene agallas, un excelente discurso. A simple vista, atrae. Pero esa imagen se desvanece cuando es defendida por un bigotón que lo único que hace es decir estupideces, a quien le queda muy grande la Jefatura de Gabinete.
 
De la misma manera aparece el canciller Twitterman, que no tiene nada de diplomático y en vez de aportar soluciones y saldar diferencias con el resto de los países, las fomenta.
 
Los que podían mediar ante los conflictos, todos se terminaron divorciando de Balcarce 50. Desde Alberto Fernández hasta Rafael Bielsa, Martín Lousteau y Jorge Taiana. El Gobierno eligió confrontar y quedarse con los que aprietan como Hugo o los que putean como Moreno, quien alguna vez dijo a los empleados de Papel Prensa: ¨como estoy cansando de cogérmelos a ustedes, la próxima vez traigan a sus esposas¨. 
 
Yo quiero un país en serio. Uno que respete la libertad de expresión, que no te ponga un camión en la puerta de tu trabajo si no opinás como quieren. Uno que le dé prioridad a los intereses de la Nación y no a los personales. Uno donde se pueda votar sin tener que hablar de fraude, votos comprados o listas colectoras. Quiero que todo lo que se hizo bien continúe, y si hay funcionarios que cumplieron bien sus funciones, también. Pero cuando tenga que ir en octubre a votar no lo voy a hacer con el bolsillo, porque al fin y al cabo nuestro bolsillo también estaba bien en la década del ’90, donde podía pagar mis estudios, soñar con un viaje al exterior, y asegurarme que el pan saliera hoy y mañana el mismo precio.
 
Yo, que tengo razón, que no me compran ni con planes ni con cajitas felices, voy a votar con la conciencia, recordando cada una de las promesas cumplidas y las prometidas, desde la Asignación Universal por Hijo, pasando por las Netbook para las escuelas, la revalorización de la soberanía sobre las islas Malvinas y el aumento del presupuesto en muchas areas esenciales como Tecnología e Industria, pero también con el tren Bala, Skanka, los inviernos sin gas y los veranos sin luz, de Axel y todos los que mataron después, de la cantidad inmensa de chicas que son explotadas por la trata de personas y de la droga que no es controlada por los radares que faltan.
 
La lista sigue, tanto de buenas como de malas decisiones. Pero así como en la vida todo se maneja por el Yin y el Yan, creo que no hay irremplazables, se puede elegir (felizmente):  voy a elegir este modelo, pero sin Cristina.

 
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