Historia: "Aquellos estudiantes del '76...", por Gustavo Lamouret


Cada 16 de septiembre, al cumplirse un aniversario más de la “Noche de los Lápices”, surgen las mismas preguntas: ¿Cómo explicarla? ¿Qué significado histórico tiene? ¿Quiénes eran esos jóvenes?
La dictadura militar dejó huellas imborrables y la Justicia actúa lentamente o maneja tiempos que hacen más profundo el dolor de las víctimas. Semejante tragedia pareció necesitar de una memoria edulcorada y diluida para soportar que la sociedad revea el papel y la responsabilidad que le corresponde a cada uno. Hasta se llegó a imponer “la teoría de los dos demonios”, como manera de justificar, en algo, la violencia ejercida contra posibles culpables. 
Así se construyó en el imaginario colectivo que, por ejemplo, aquellos chicos, estudiantes de la ciudad de La Plata, fueron víctimas de la locura asesina por el sólo hecho de movilizarse en reclamo de un boleto estudiantil. 

Secuestrados por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército, a cargo del general Ramón Camps (condenado por crímenes de lesa humanidad), fueron llevados a uno de los tantos campos clandestinos de detención, el conocido como “Pozo de Banfield”, y fueron asesinados.
Quedó tras ellos la imagen de chicos ingenuos para desdibujar su compromiso con un proyecto político de profundo sentido emancipatorio.


Hoy se debe rescatar la memoria de Claudio de Acha, María Claudia Falcone, Horacio Ungaro, Daniel Racero, María Clara Ciocchini y Francisco López Muntaner, pero a partir de la clara restitución del sentido histórico de su lucha y de su militancia. Eran chicos y chicas que militaban o lo habían hecho en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Trabajaban en el movimiento estudiantil y querían mucho más que un boleto. Sus sueños, convicciones y esperanzas eran parte de un proyecto político. Eran, junto a miles de personas más, de aquellas que creyeron necesario hasta dar su propia vida por la liberación nacional y social de la Argentina. Hoy, que a los estudiantes secundarios que reclaman por el estado de las escuelas y por la falta de inversión en la educación pública se los llama “politizados y militantes” para desprestigiar su lucha, debemos más que nunca recordar a aquellos otros estudiantes que orgullosamente estaban politizados, y que militaban para el bien de todos, especialmente de los que más lo necesitaban. Seguramente algunos de ellos podían pagar su boleto de colectivo, como también hoy muchos de los alumnos que protestan pertenecen a familias que podrían pagar un colegio privado... Pero, ¿y los que no pueden hacerlo? ¿Y los que eligen la educación pública? Por ser gratuita, ¿no merece nada? ¿Quién más paga más tiene? En educación la ecuación no se hace como en el mercado... ¿Quién reclama con o por ellos? ¿Quién defiende sus intereses? Ahí estará, entonces, el recuerdo de aquellos estudiantes asesinados por los militares genocidas, y ahí estarán siempre los alumnos politizados alzando su voz.

 
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