Alemania, en tiempo de descuento. Por Sebastián Muzi

Si usted es argentino, quédese tranquilo, no estamos hablando de los cuartos de final del mundial de Sudáfrica, sino de la etapa a la que debió llegar Christian Wulff, el candidato de Angela Merkel a la presidencia, para obtener los votos necesarios en el parlamento (Bundestag).

Así es, tras pasar por dos votaciones en las que diputados oficialistas retiraron su apoyo, tuvo que realizarse una tercera para que el pueblo germano conozca quien será su próximo gobernante. 

Fueron en total 625 votos sobre los 1.242 miembros de la Asamblea Federal, mientras que su rival, Joachim Gauck, propuesto por la oposición socialdemócrata, consiguió 494 legisladores. 

De esta manera, Wullf, con 51 años, se convirtió en el presidente de Alemania más jóven de la historia, pero deberá demostrar que su falta de experiencia no es una piedra para unir a los partidos políticos, descontentos por la ayuda a Grecia y las gestiones de Merkel en la crisis del euro.  


Su antecesor en el cargo, Horst Köhler tuvo que renunciar en Mayo tras haber sido duramente cuestionado -tanto por la oposición como por funcionarios de su gobierno- por haber dicho que las tropas de su país estaban en Afghanistán por razones económicas. 

Tanto las palabras como su renuncia resonaron en todo el mundo, y por ello la elección de Wulff ha adquirido tal dramatismo, ya que el cargo de presidente requiere una conducta intachable y una neutralidad que evite los temas de la política cotidiana.

Asimismo, el peso político de este sillón es comparable a las atribuciones que tiene un Rey en una monarquía moderna, pero con mucha menor preponderancia que el de los presidentes de las potencias occidentales, elegidos por votación popular directa.

Si bien no son pocos los que dudan sobre el nuevo jefe de estado, es un alivio para Merkel que Wulff no sea ya un aspirante a reemplazarla. Pese a ello, también son conocidas las divergencias entre ambos, lo que puede hacer caer la coalición de gobierno. 

En plena reunión de la cumbre del G20, la canciller se hizo un tiempo para festejar el triunfo de Alemania ante los ingleses, a pesar de que tenía en su agenda otros temas mucho más importantes por tratar. Hay que ver si el nuevo presidente sigue su ejemplo, o empieza a gobernar con el pie derecho. 

 
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