Una Organización de Estados (Libres de) Americanos, por Sebastián Muzi

Esa es la idea, o al menos la intención de la mayoría de los países latinoamericanos, para suplantar a la vieja Organización Estados Americanos (OEA), una institución que no ha sabido reformarse para evitar su caída.

En una cita en México, el Grupo de Río que integran Sudamérica y países del Caribe se apresta a redefinir el futuro de la región,  y en particular, el del polémico organismo, ya que sus reiterados fracasos a la hora de resolver conflictos no ha hecho más que ahondar diferencias entre sus miembros.

El presidente azteca Felipe Calderón dió la bienvenida a los mandatarios de 25 de las 33 naciones integrantes y dijo que esta es una ¨oportunidad inédita¨ para agrupar a todos los países del Continente Americano, sin Canadá ni EE.UU.

Afirmó que se necesita un espacio que reafirme la ¨Unidad,la identidad y la democracia¨ de la región, y que abra ¨nuevas vías a nuestras aspiraciones de integración para el desarrollo¨.

Para América Latina, la institución nunca sirvió a los intereses hispanos, pero sí a los de Washington, que con su condena a Cuba en 1962 tuvo bajo su poder las decisiones más trascendentales del continente.

Nacida en Colombia, y entre medio de balas del ¨Bogotazo¨, la OEA fue profundizando las diferencias con cada uno de sus fiascos, desde su condena a la isla por los derechos humanos (y sin hacerlo con regímenes dictatoriales) hasta el reciente golpe de estado en Honduras, lo que determinó el tiro final. 

Fracasos

Algunos de los conflictos más resonantes fueron la ocupación estadounidense en Guatemala y Santo Domingo, la ausencia de condena a los golpes de estado y su falta de coherencia en muchos temas, entre ellos, la ineficacia del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) en la Guerra de Malvinas, que no fue aplicado a pesar de que el invasor era una nación extra-continental.

Uno de los responsables es su actual secretario general, el chileno José Miguel Insulza, quien no sólo ha perdido la confianza de los latinoamericanos, sino también de los estadounidenses. De hecho, el Congreso norteamericano llamó a revisión el financiamiento del organismo, del cual depende en un 60%, y condicionó su apoyo al trasandino para la próxima elección. 

En un ejemplo reciente, el terremoto de Haití demostró cómo la ayuda se canalizó individualmente y no en bloque, y teniendo como único coordinador a los Estados Unidos. Más allá de que nadie dudó de la capacidad logística de los norteamericanos, el socorro no estuvo coordinado desde esta organización.

Los presidentes reunidos en playas de Cancún debaten ahora qué rol ocupará este nuevo bloque, si será "organización, una unión o una comunidad", con bases parecidas a las que dieron inicio a la Unión Europea. Y en este sentido, tratarán de organizar conjuntamente la reconstrucción de Puerto Príncipe en los próximos años. Si se logra, será un buen comienzo, sino, la expulsión anglosajona no habrá servido de nada.

 
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