El fallo (y la falla) de la Justicia

El reciente fallo de la Justicia sobre el caso Lapa nos recuerda una vez más que las grandes causas, las conocidas como poderosas, esas que involucran a varios muertos, que constituyen una tragedia o que toman un total dominio público, nunca finalizan con un fallo favorable.

Se dice en el ambiente judicial que los fallos, comunmente, siempre conforman a una parte y no a la otra, aunque en determinadas ocasiones el desagrado es total. En esta ocasión, el accidente del avión de Lapa que nunca despegó de Aeroparque ocasionó 65 muertos. El proceso judicial se extendió por 10 años hasta que ayer se comunicó el veredicto final.

Todos inocentes. Dos culpables. Sin prisión efectiva para nadie. Y el piloto como único responsable. Lo previsible, ocurrió: reclamos, incidentes y agresiones de los sobrevivientes y familiares de las víctimas. La pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿tan difícil es de probar la culpabilidad de los presidentes de una empresa que, como varias, practican la cultura del ahorro empresarial, bajo malas condiciones de trabajo, sin controles y librado todo al azar en pos de obtener mayor rentabilidad?

Los accidentes de tránsito en las rutas con los micros conducidos por choferes sin descanso, la caída de aviones por exclusiva culpa de las empresas que siempre ganan más dinero y el desprecio por la vida de algunos empresarios son motivos suficientes para pensar que si la Justicia -última instancia legal de defensa- no impone fallos ejemplificadores, la cultura de la corrupción estará más viva que nunca.  

 
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